El volcán Stromboli se eleva 924 m sobre el nivel del mar, pero tiene en realidad una altitud de 2.000 m sobre el piso oceánico. Hay tres cráteres activos en la cumbre. Una característica geológica significativa del volcán es la Sciara del Fuoco ("Río de fuego"), una gran depresión en forma de herradura generada en los últimos 13.000 años por varios colapsos en la cara noroeste del cono. Por ella descienden hasta el mar los bloques de lava y fuego después de cada explosión.
Desde la cima de este volcán se puede observar en directo el magma incandescente. El ascenso hasta el cono volcánico de Stromboli, se realiza por la tarde, para llegar a las bocas eruptivas (200 m por debajo de la cima) al anochecer. El reocrrido de unas seis horas, no es un paseo dominical, especialmente en el último tramo donde la fina escoria volcánica hace que se retrocedan dos pasos por cada uno que se avanza. Sin embargo, los estallidos centelleantes con que el volcán recibe al visitante compensan cualquier esfuerzo. La subida finaliza a 364 m sobre el nivel del mar. el cráter, un inmenso embudo que expulsa constantes fumarolas y del que emanan vapores de azufre entre 100 y 200ºC.
La visita es segura, pues la última erupción violenta se produjo en 1930 y desde entonces está en permanente vigilancia. La última erupción empezó el 28 de febrero de 2007.
Las explosiones de fuego y lava se repiten rítmicamente cada 20 minutos, y como prólogo a cada erupción se oye un potente rugido, el suelo tiembla y finalmente surgen los fogonazos.Un cartel al inicio del ascenso advierte del peligro de permanecer más de una hora inhalando el anhídrido sulfúrico de las emisiones volcánicas.
Para quienes quieran ahorrarse la subida hasta el cráter del Stromboli pueden optar por las excursiones marítimas nocturnas que parten desde el puerto y se apostan frente a la Sciara de Fuoco.
En invierno sólo viven unos pocos cientos de personas en Estrómboli, pero la población llega a varios miles en verano.
Los turistas suelen subir a la cumbre de 924 metros del volcán para mirar dentro de su cráter mientras éste expulsa rocas derretidas al aire.
La isla fue escenario de una película de 1950 con Ingrid Bergman como protagonista, y en las últimas décadas se ha convertido, junto a otras islas del archipiélago Eólico, en un lugar elegido por ricos y famosos para tener una casa de vacaciones.